Minuto 69 del partido de vuelta entre Huachipato y Deportes Copiapó, válido por la Promoción, que resuelve quien jugará en Primera División en la temporada actual. El defensor copiapino Diego García cruza con su pierna izquierda al delantero acerero Walter Mazzanti y saca con claridad el balón al córner.

Francisco Gilabert sanciona penal.

El VAR, compuesto por Cristián Droguett como árbitro, y Loreto Toloza (AVAR) revisa la acción y concluye que no hubo infracción, tal como lo muestra el video revelado por la ANFP, que acompaña esta nota. Los audios muestran que Droguett y Toloza están tranquilos, serenos y convencidos del error del juez central. Por eso no dudan en llamarlo para corregir, uno de los objetivos de esta herramienta tecnológica.

Mario Vargas es el Quality Manager (QM), que actúa como inspector de los jueces y es el único que tiene comunicación con los integrantes del equipo arbitral en el VOR (Video Operations Room).

Gilabert concurre al monitor ubicado al costado de la cancha.

Durante dos minutos y 40 segundos concuerda con sus colegas. Está claro que irá con un córner. Se produce una pausa mínima y se escucha la voz de Toloza y luego de Droguett. Ambos sugieren al colegiado que observe una eventual sujeción de la camiseta del atacante.

“Evalúa también arriba, el tema de la camiseta, el forcejeo”, le dice Droguett a Gilabert, aunque sin la certeza del inicio del procedimiento.

Gilabert recoge la indicación.

“Confirmo decisión”, apunta Droguett.

“Perfecto, voy con penal”, ratifica Gilabert.

No había vuelta atrás. Cris Martínez ejecutó el penal y venció a Richard Leyton, arquero de Copiapó. 1-0. Era el marcador definitivo. Huachipato abrochaba su permanencia en Primera División.

¿Qué pasó para que después de casi dos minutos y medio se modificara una resolución que parecía unánime? Tribuna Andes accedió a audios particulares de árbitros, en los que se da cuenta del irregular actuar que habría tenido un integrante de la comisión de arbitraje, acusándolo de llamar a Mario Vargas, el QM del encuentro, para que el equipo referil observara la “sujeción” y recomendara que Gilabert mantuviera la decisión inicial.

Por resguardo de las fuentes, no es posible darlos a conocer.

De acuerdo con esos diálogos y conversaciones que tuvo esta revista con varios jueces, ocurrió una presión indebida, al violarse los protocolos del VAR, que debe permanecer aislado.

Los jueces acusan que el QM envió un mensaje claro: “Para Santiago es penal”. La cita corresponde a un árbitro que habla con un amigo y describe los acontecimientos. El resumen del audio explica que Gilabert, al sancionar la pena máxima, cree que lo llamarán. Luego, al revisar la imagen, decide salir con tiro de esquina. Justo cuando se aprestaba a cambiar su determinación lo llaman haciéndole ver que mirara la camiseta, porque existía un jalón. A Francisco no le pareció infracción -dicen en el audio- pero ante la insistencia y la intempestiva modificación de criterios de sus compañeros del VAR, entendió que tenía que cobrar penal, con la sensación de no pitar lo que él pensaba. Al finalizar el partido, el audio narra que los integrantes del VAR le dicen a Gilabert que entendió el mensaje: “Llamaron de Santiago y tenías que cobrar penal”.

La grave revelación prosigue con varios mensajes. En uno de ellos se establece que el juez sintió que, cuando se liberaran los audios de la cabina, se apreciaría el anormal y abrupto giro de los hechos. También que Javier Castrilli lo felicitó por la personalidad y decisión exhibida.

Gilabert le plantea que será víctima de una avalancha de críticas, pero el profesor intenta tranquilizarlo diciéndole que lo respaldarán.

Argumentos que no satisfacen al juez, que se sintió obligado a cobrar algo indebido, mortificándose por no sancionar de acuerdo a su evaluación.

El maipucino se sintió débil y sin carácter para imponer lo que vio.

En otro de los audios se escucha con claridad que al Quality Manager (QM) le dijeron desde Santiago “es penal, es penal”. 

Estas revelaciones son conocidas por el grueso del cuerpo arbitral.

LA RESPUESTA

Mario Vargas, QM en ese cotejo, niega las acusaciones. Al ser consultado si recibió alguna llamada telefónica o mensaje de WhatsApp desde Santiago, se sorprende. “No me acuerdo”, responde al comienzo, pero de inmediato retruca con firmeza que “nunca recibí ninguna llamada. Yo no dije nada”.

-¿Usted puede afirmar que nadie lo llamó de Santiago, que ninguno de los integrantes de la comisión arbitral se comunicó para dar un mensaje o sugerencia a los árbitros? -¿Cuántas veces se lo tengo que decir? Nadie me llamó.

Osvaldo Talamilla, director de la Comisión de Arbitraje, no elude el tema y responde que “no hubo ninguna relación con el QM, está prohibido hablar con el QM, no se puede comunicar con él. En ningún momento yo o alguien de la comisión llamó, porque no corresponde”. El colaborador más cercano de Castrilli agrega que la acusación es falsa, que es imposible lo que se les adjudica y que esta es “la octava o séptima situación que nos acusan, pero sabemos que es el costo por estar ejecutando una serie de cambios al arbitraje nacional. Sabemos que algunos no están cómodos y entendemos su incomodidad. Le insisto, no llamamos al QM”.

Varios árbitros aclaran que el Quality Manager no tiene impedimento para disponer de un teléfono en su habitáculo, a diferencia de quienes actúan como VAR.

El principal protagonista, Francisco Gilabert, no quiso referirse a la polémica, aunque de forma escueta entregó su posición: “Me equivoqué en la evaluación de una jugada puntual y lo pagué caro. Al revisarla cometí un error, pero esto es un trabajo en equipo. El más perjudicado fui yo y mi familia”.

Muchas preguntas surgen entre los jueces sobre lo ocurrido en este partido. ¿Por qué se designó a Gilabert, el más nuevo de los FIFA; a Mario Vargas, un QM que reside en la región del Biobío, pero que no forma parte de la primera línea de inspectores; a Cristián Droguett, que tampoco es del plantel internacional? Los entrevistados reconocen que Roberto Tobar y Julio Bascuñán estaban en pretemporada en Paraguay, pero que se pudo nombrar a gente con más experiencia. Incluso, argumentan que, si de Chile pedían que vinieran por ese duelo los pesos pesados, Wilson Seneme, presidente de la Comisión de Arbitraje de la Conmebol, no se hubiera negado. Era demasiado lo que estaba en juego.


EL CONTEXTO

El mundo de los árbitros funciona puertas adentro. Existe una autoridad, que por lo general actúa de vocero, y los jueces transitan por el anonimato, en una institucionalidad vertical, donde se mueven grupos de poder, cuya aspiración es liderar la “Comisión”. En ella se establecen las directrices, la conducción, pero sobre todo se definen las nominaciones para cada partido y evaluaciones, que resuelven los ascensos, descensos y la propuesta para formar parte del plantel internacional. Ese privilegio implica lucir el parche FIFA. Determinaciones que conllevan mejorías económicas y permanencia en la organización.

El fútbol local vio salir a Enrique Osses y luego a Jorge Osorio de la presidencia. Al asumir el directorio de la ANFP, que encabeza Pablo Milad, borró la comisión que formó el representante de los jueces locales en el Mundial de Brasil 2014 por considerar que sus remuneraciones eran muy altas y por los reparos del Sindicato de Árbitros. En 2020 un grupo de asociados, en especial los FIFA, manifestó su molestia con la directiva que encabeza el ahora cuestionado Johnny Harasic.

Ese invierno en pandemia, en la elección de Quilín, los dirigentes gremiales tomaron contacto con Milad y Lorenzo Antillo, el candidato de la lista perdedora, con el fin de desestabilizar a Osses.

La jugada resultó y asumió Jorge Osorio, quien integraba la comisión que lideraba el actual Director de Instrucción de Arbitraje de la Federación Mexicana. En la purga salieron Claudio Puga y Francisco Mondría. Los cuatro recibieron largas capacitaciones de la ANFP ante la Conmebol para la implementación del VAR, el sistema que permite corregir los errores o alertar a los árbitros sobre situaciones no advertidas en cuatro instancias: gol o no gol, penal o no penal, tarjeta roja directa (no se incluye la segunda amarilla) o confusión de identidad del árbitro cuando amonesta o expulsa al jugador equivocado del equipo infractor.

El ciclo de Osorio no caminó y en septiembre del año pasado fue despedido. El directorio eligió al exinternacional argentino Javier Castrilli, quien estaba fuera del referato de su país y a través de sus intervenciones públicas, criticaba las tendencias del arbitraje mundial y en especial de la Conmebol. Sus apariciones en redes sociales y entrevistas mostraban un criterio diametralmente distinto al del brasileño Wilson Seneme, el hombre fuerte del referato en la Conmebol.

En palabras simples, Castrilli apuntaba a que existe un relajamiento en la aplicación del reglamento y permisividad con los jugadores, en especial en las acciones de fricción o de balón en disputa.

Con ese predicamento, aterrizó en Chile. De inmediato incorporó a su equipo a Osvaldo Talamilla. Luego se sumó Braulio Arenas. Ambos fueron colegiados cuando el “Sheriff” vestía de negro. El criterio apuntó a no tolerar las “sujeciones” o agarrones de camiseta, no transar el lugar de los saques de banda, la autoridad del árbitro y las simulaciones. A su llegada afirmó que Roberto Tobar era el mejor del medio, pero además el 1 en Sudamérica. “Fue un error de entrada, porque los otros FIFA, ¿cómo quedan? Y afuera lo mismo.

Este ambiente es súper competitivo, cada uno se salva solo, existen bandos, castas, familias que llevan mucho tiempo adentro, entonces decir eso provocó molestia”, cuenta un árbitro en actividad.

El arribo de Castrilli provocó controversias internas. El grueso de los árbitros desaprueba su conducción. La consideran anticuada, pero sobre todo a contramano de los lineamientos que provienen de Asunción, la sede de la Conmebol. “Por eso Roberto Tobar dirigió el clásico entre Colo Colo y la U como siempre lo hizo. Le dio ritmo al partido, no se preocupó de un metro más o menos en los laterales, ni de los contactos normales en un juego de roce y fricción. Roberto arbitró a lo Tobar y la cosa salió impecable”, explican los colegiados.

El áspero clima que vive el arbitraje nacional, con una moción de censura a la mesa del Sindicato, sumado al enfrentamiento entre la Comisión de Arbitraje presidida por Javier Castrilli, y los jueces, en particular los internacionales, es un problema no menor para el fútbol local. En este caso, los acusadores no hablan de corrupción, pero sí de abuso de autoridad y la obsesión de Castrilli y sus colaboradores por cobrar hasta el más mínimo de los detalles. “Vamos a Quilín y nos dicen una cosa, pero desde la Confederación el instructivo es otro.

Por ejemplo, cuando el defensa o el arquero, en acción de juego, toca la pelota primero, pero pasa a llevar al rival, acá nos dicen que es foul. Afuera nos dicen que manda el balón”, comentan dos jueces.

En los vestuarios de los árbitros se menciona que desde que llegó la actual comisión no hubo clases en los simuladores de VAR, que el trabajo es precario, a diferencia de la etapa de Enrique Osses, a quien califican de “trabajólico, obsesivo, pesado, hinchapelotas, nos tenía cagando, nos marcaba todos los errores, quizás tenía sus regalones, pero sabíamos a qué atenernos y se demostraba en la presencia internacional. Había línea directa con la Conmebol. Revise las designaciones de eliminatorias, Copa Libertadores y Sudamericana.

Hoy no estamos considerados”. Es un gremio bravo el de los árbitros.

Varios de los antiguos recuerdan que “en su momento, Pablo Pozo se enfrentó a los FIFA, ponía notas sin importar el nombre o la familia del árbitro. Le dio tiraje a la chimenea, por eso lo terminaron sacando. El profe Carlos Chandía también tuvo problemas con los internacionales”.

El ambiente está cada vez más tirante y como sucede en estas controversias, que suma esta flagrante acusación, un bando vencerá.

Es probable que los dirigentes soliciten una investigación o incluso llamen a un Consejo de presidentes extraordinario. El oficial de cumplimiento, Miguel Ángel Valdés, también puede actuar.

Aunque no es legal, sí podría solicitar una revisión de los teléfonos para ver si esa tarde hubo o no llamadas durante el partido. Al final, es palabra contra palabra, donde la asimetría de poder es evidente. En un año de elecciones, la ANFP recibe otro fierro caliente