El viento sopla fuerte y el sol engaña en el mediodía del martes 31 de mayo en el litoral central.

Mirasol acoge a Luis Eyzaguirre (22-6-1939), el Fifo, el apodo que lo distingue desde que pisó Wembley en 1963, formando parte del equipo que la FIFA armó para conmemorar el centenario de la Asociación Inglesa de Fútbol. La rodilla derecha no lo ayuda, pero se mueve sin pausas por la hermosa casa que habita junto a su compañera María Elena Arzolas. La playa queda a menos de 200 metros, pero hace tiempo que no la visita.

Está feliz y emocionado por los homenajes y el recuerdo de la Copa del Mundo de 1962, con ese tercer lugar que se agiganta al observar los rivales y el logro alcanzado.

“Hartos años son. Muchos años.

Estoy muy emocionado por los 60 años del Mundial del 62, porque es una historia, del fútbol chileno. Le deseo lo mejor que hay para el futuro a los nuevos seleccionados, pero le digo sinceramente que es harto difícil, porque ser tercero del mundo es muy difícil, es sumamente difícil, pero no imposible. Le deseo suerte a esta selección que viene ahora”, dice mientras lo interrumpe una llamada a su celular con el ringtone del rock del Mundial en la versión de Los Ramblers.

-¿Cómo era ser lateral cuando usted aparece en el fútbol? Es el momento en que se impone la línea de cuatro, desde el Mundial de Suiza, con Brasil, y sobre todo en Suecia 58.

Generalmente los punteros eran punteros, jugaban por la orilla. Los laterales tenían que entrar a marcar a los punteros y eran de mucha potencia y bien buenos.

-¿Quién le complicaba en los grandes duelos?

Entre los nacionales, Bernardo Bello, de Colo Colo, y ese muchachito que jugaba en Everton, David Henry, que era muy, pero muy bueno.

-¿Y a nivel internacional?

Marqué a Gento, rapidísimo, muy muy bueno, y Zagallo.

-Y a la hora de marcar, ¿cuál era la diferencia entre Zagallo y Gento?

Era más fácil Zagallo, porque nunca fue puntero, siempre fue mediocampista. Él tomaba la pelota y se iba para el medio, nunca me enfrentó. Gento echaba a correr la pelota. Nunca fui al lado de él, siempre le cortaba la cancha, llegaba ahí, porque estos punteros llegaban a la línea y doblaban, no enganchaban, nada, ni una cosa.

Eran directos, así es que después me encontraba con él.

-Usted es, para muchos, el primer lateral chileno que pasa al ataque.

Sí, fui el primero después de 30 años.

-¿Y por qué lo hacía?

Porque me nacía. Siempre don Lucho Álamos me decía “no te vai tanto”, y yo le respondía ‘pero don Lucho, si yo puedo, voy y vuelvo altiro, no tengo problema’. “Sí, pero no te vai tanto, porque tenís al puntero adelante”, me decía. ‘No, no se preocupe don Lucho, si yo voy y vuelvo’. Era muy rápido.

-Cuando observamos los partidos del Mundial del 62, que transmitió TNT Sports, nos dimos cuenta de que usted era velocísimo.

¿Lo trabajaba? Era algo innato, era rapidísimo, una cosa increíble, lo mejor que tenía era eso y además tenía buena técnica.

-Y en la Selección, cuando usted pasaba al ataque, ¿era una acción trabajada? No, era de uno. Imagínate que en el gol que hicimos a Yugoslavia, el “Chita” (Humberto Cruz) me lo dio a mí y yo piqué, piqué y entremedio de dos yugoslavos se la tiré a Eladio Rojas. Yo dejé a varios atrás, así es que se la di a Eladio, que avanzó y metió el gol.

-Usted siempre jugó de lateral derecho, pero me comentaba que 
se hubiera acomodado al otro lado, de lateral izquierdo, para tomar a Garrincha en la semifinal contra Brasil.

Sí, algo podría haber hecho. Lo habría apretado más, lo raspaba un poquito. Además, en velocidad no me iba a ganar. Sí me iba a complicar en el dribling.

-¿Era complejo acercarse a Fernando Riera y decirle “póngame de lateral izquierdo”?

Era difícil. No me atreví.

-Y entre los compañeros, ¿lo conversaron?

No. Nadie hablaba sobre ese tema, porque si lo hubiéramos hablado nos habríamos puesto de acuerdo para ir a conversarlo. Pero don Fernando decía no pues, el que manda soy yo.

El Tata tiene un párrafo en la memoria de Eyzaguirre, el 2 de la selección y de la etapa gloriosa del Ballet Azul de Universidad de Chile: “Don Fernando llegó el 57 y fue importante por la disciplina.

Por eso fuimos terceros. El jugador de fútbol, el chileno, es jodido. Le gusta la joda. Pregunte a los de ahora. ¿O no? El jugador de fútbol es desordenado, siempre fue igual.

Nosotros nos compartamos muy bien porque él nos convenció, con sus charlas. Fue muy importante también que entrenáramos todos los martes, durante cuatro años, y teníamos partidos internacionales.

Así don Fernando nos veía a todos, sabía cómo éramos, como estábamos.

Teníamos que portarnos bien, nada de alcohol, de olor a trago. Hizo un trabajo fabuloso don Fernando”.

-¿Por qué no estuvo Enrique Hormazábal?

Él no quiso. Lo único que dijo don Fernando es ‘quiero disciplina’.

Y el que no acataba tenía la puerta abierta. Se fue. Mal hecho (enfatiza con molestia) Le dije, ‘Enrique, la embarraste’.

-¿Lo habló después con él?

Sí, claro. Todos hablamos. ‘No, me voy’, dijo. Era jodido, Enrique tenía su carácter.

Un hito fundacional en ese ciclo fue la gira a Europa de 1960, con el estreno en Parque de los Príncipes y el 6-0 con Francia.

-El “Pluto” Contreras nos comentó en una nota a Don Balón que el viaje fue muy matador y eso influyó en el debut con los franceses.

No, no, no. Nosotros pagamos el noviciado. Mentira. El viaje fue el viaje y antes de jugar el partido se descansó. Nunca habíamos jugado en Europa, los veíamos y parecían un monumento, los gallos jugaban y eran medios toros, físicamente eran extraordinarios. Just Fontaine, que nos hizo los goles, era una bestia, un gallo buenísimo. En la medida que pasó el tiempo no eran tan potencia. después jugamos en Alemania, Suiza, Bélgica, Irlanda. Con Irlanda nos cobraron un penal, a Braulio Musso y fue el mismo árbitro, Aston (Kenneth), que nos arbitró contra Italia. Era localista, totalmente localista.


-¿Cómo recuerda la “Batalla de Santiago”?

Para mí, los italianos estaban drogados, les salía espuma, estaban vueltos locos, hacían lo que querían y no tenían necesidad. Querían ganar con guapeza, como se vio en el estadio y en la televisión. Nos querían sobrepasar, nos miraban en menos.

-El “Pluto” raspó.

Yo también raspé, todos raspamos, fue bravo. Leonel (Sánchez) antes de la jugada con David, le pegó un puñete a Maschio (Humberto). En un grupo que estábamos alegando, le pegó un cortito. Pasó colado.

Aston era localista.

-¿Qué les dijo Riera cuando llegaron al vestuario, porque a él no le gustaba que golpearan o entraran en peleas?

Nos llamó y nos abrazó. Nos felicitó. Estaba muy contento. Era una fiesta. Además, con el grupo que nos tocó, con Italia, Alemania y Suiza, quién cree usted que quedaba eliminado.

-Chile y Suiza

Ya poh. Claro. Y fue al revés la cosa.

-La gente y la prensa esperaban que no los golearan. ¿Eso fue un acicate para ustedes?

Claro que sí, pero igual la gente nos levantaba. El público se portó muy bien, en las malas y en las buenas.

-De entrada, les tocó pesado, porque contra Suiza les hicieron el gol y ellos tenían el cerrojo de Karl Rappan.

Cuando nos hicieron el gol nos juntamos y hablamos: “Vamos, tiremos pa’ arriba, que estos no nos pueden ganar”. Y así fue. Los pasamos por delante.

El Fifo recuerda el brillante torneo de Jorge Toro y el papel de Eladio Rojas: “Extraordinario. Esos amagues cortitos que tenía y los goles que hizo. Le pegaba muy bien a la pelota. Era el jugador más táctico del equipo. Él tomaba la pelota y mandaba. Eladio era rapidísimo.

Tenía la zancada larga, además de que era flaquito y grande”.

-Hace un rato hablamos de sus descuelgues al ataque. ¿También lo hizo en el Mundial?

No subí mucho con el Tata, porque eran punteros muy bravos, rápidos. Jugué mucho más contenido, me cuidaba mucho más por el nivel de los rivales, si no es chacota, eran selecciones, punteros con categoría.

-Hagamos fútbol ficción, si ganaban el grupo y no iban a Arica, ¿podían ser campeones?

Sí, porque íbamos para arriba, con un entusiasmo, con un fervor, sí íbamos a ser campeones del mundo.

La concentración de avenida Colón con Hernando de Magallanes fue larga. Luis Eyzaguirre recuerda que armó un rompecabezas. “Me hice un portaviones, pieza por pieza.

Lo terminé cuando se acabó el Mundial y se lo regalé al chofer del bus. Supe que el caballero murió.

Es un recuerdo bonito. También jugábamos al naipe, al cacho, al taca-taca. No teníamos nada”.

El triunfo sobre Unión Soviética (2-1) en los cuartos de final permanece en la memoria. El Fifo no lo olvida: “El estadio estaba lleno, Arica se portó bien, muy bien. Estuvimos en el motel Azapa.

La cancha era durita, con pastito, pero bien durita”.

-¿Les afectó?

No, no hubo problema. Además, estábamos contra Yashin, el mejor arquero del mundo.

-¿Qué pasó cuando no le cobran el penal a Leonel?

No dijimos nada, como siempre, a seguir luchando.

-Pasan los años y al revivir el partido con Brasil queda la impresión de que el marcador fue exagerado y que los goles llegaron en momentos clave.

El problema fue que se arrancó Garrincha, tiró el centro y se quedaron pegados los dos, el ‘Pluto’ y Raúl Sánchez, y se les metió Vavá.

-¿Lo hablaron ahí? ¿Alguien gritó?

Clarooo. Yo estaba con Zagallo al lado. Fue una falla de los dos centrales.

-La gente crucificó a Misael Escuti.

El centro fue casi a media altura.

Después, con Yugoslavia, entró el “Chita” (Humberto Cruz) y jugó con Raúl (Sánchez).

-¿Cómo era Raúl Sánchez?

Extraordinario. Buen jugador, anticipador, no le pegaba una patada a nadie. Ni en los campeonatos nacionales ni en los internacionales.

-¿Y usted pegaba su patadita?

Sí, jajajaja. Es que había punteros bravos y había que apretarlos un poco, tenían que sentir quien los estaba marcando, pero siempre leal, con pelota. Nunca le pegué por detrás a un jugador.

-Con Yugoslavia terminan con ocho. Un partido vibrante.

Terrible.

-¿Qué hablaban cuando se lesionaban sus compañeros? Que siguiéramos luchando, que vamos nomás. El objetivo era ganar a los yugoslavos y tuve la suerte que el “Chita” me la dio a mí, amagué, me pasé como a dos jugadores, con mi velocidad y se la paso justo a Eladio.

Avanzó un poquito y fue autogol.

Rebote en un jugador.

La hora más grande del fútbol chileno duró poco. El Mundial de 1966 fue un mazazo enorme, a pesar de que la Roja conformó un plantel notable, con un joven Elías Figueroa.

Luis Eyzaguirre estuvo en ese equipo.

-¿Qué pasó?

Don Lucho (Alamos).

-¿Sí?

Se cayó.

- ¿Qué le pasó a don Lucho?

Se enfermó. Primero, me sacó a mí y puso al chico Valentini. El puntero, con Italia, me metió un gol fuera del área, allá (apunta alto) y me echó la culpa a mí. “Cómo no lo marcaste encima”, me dijo. ‘Puta, sí, lo marqué, pero él tiró y se la metió allá. ¿Qué culpa tengo yo? Me fui encima, no me pasó, por ningún motivo’. Me echó la culpa a mí y me sacó.

-Hubo dificultades en ese grupo.
La relación no era buena, parece.

No era buena. Imagínese que tuvo un problema en el partido con Corea.

Le dijo a Jaime Ramírez “tú mañana juegas”. En los entrenamientos Jaime andaba para todos lados. Y de la noche a la mañana, nos reunió a todos e hizo otro equipo. Ahhhhh, pucha, que se pasó este gallo. Ahí dije "este gallo está enfermo de la cabeza".

-Cuentan que Jaime Ramírez se lo quería comer, que lo tuvieron que parar ustedes.

Pero claro poh. No tuvo personalidad. Era buen entrenador, extraordinario, pero estaba influenciado por el finado Graef (Gustavo, preparador físico). Se metía mucho en el equipo. No tuvo la personalidad del yo mando, y yo mando.

-Ahí aparece Elías Figueroa.

Extraordinario, pero me quedo con Raúl Sánchez. Elías muy buen jugador. Era bravo, bravísimo, le quedaba chico al “Mono” (Humberto Cruz), jajaja.

-Usted coincide con los mejores años de Pelé. ¿Cómo lo definiría?

De otro planeta. Jugué unas cinco o seis veces contra él. Con todo respeto de Maradona, que fue muy buen jugador, pero me quedo con Pelé. Tenía todo, bueno para la pelota. Era fuerte arriba, abajo, en todos lados y eso que le pegaban patadas.